domingo, octubre 24, 2010

Historia de un Marchante

Inspirado en la historia real de un Marchante amigo...

Era un día como cualquier otro. Aunque me desperté por el agradable olor que había en el ambiente, el sol fue quien se encargó de abrirme los ojos, cuando penetró a través de los hoyos en las planchas de Zinc de mi casita. Los hoyos de las paredes, no del techo. Mucha gente sueña con despertarse escuchando el torrente de agua golpeando cuesta abajo. Creen que es algo glamoroso y placentero. No saben lo que es vivir detrás de una cañada.

Mientras me cambiaba sentado en mi viejo catre, volví a reconocer mi pobreza y me pregunté si algún día saldría de ella. Mientras aspiraba unas bocanadas de un Aire más de resignación que de Paz, le presenté mi día a Dios... más por costumbre que por Fe...

Moví la cama para abrir la puerta, salí y la cerré, con todo el deseo de dejarla abierta, pues total, los Ladrones de esta jungla no perdonan ni al que no tiene nada.

Busqué a Julia, que ha sido la única muestra de fidelidad que he tenido en la Vida. Le puse la carreta en los costados y enfilé hacia el Conuco.

Tardé 2 horas en cargar la carreta y sin descanso inicié mi ruta hacia los barrios donde viven mis Clientes pudientes (La Yuca, La Puya, La Agustinita, La Zurza, Rodríguez Reyes y Cristo Rey). Iba por la Kennedy. La verdad que esos puentes secos son un éxito para no coger tapones. Me bajé antes de llegar al de la Lincoln. Doblé en el Edificio Azul y Amarillo, para atravesar Arroyo Hondo antes de llegar a mi destino.

Recuerdo que iba rápido. Recién le había cambiado los zapatos a Julia, unas Arthur Cottam, y repicaban por toda la cuadra mientras olía los guisos exquisitos de las casas.

Era mediodía. Los vecinos de la Zona estaban en ruta buscando a sus hijos al Colegio y regresando a Casa a comer.

Pues ya iba refrescándome del solazo con la brisa en mi cara, cuando de repente pestaño y me reviento contra el suelo... caí de nalgas, arriba de todos los víveres que llevaba... la soga que unía a Julia con la Carreta se rompió, volteándose toda la mercancía hacia la calle.

...y ahí estaba yo, medio a medio a la calle, en un sector de gente rica, obstaculizando el tránsito. Creía que la vergüenza de tener que recoger todo eso y dejar la calle sucia de tierra era suficiente, pero mi sorpresa de embarazo se hizo realidad cuando se formó el taponazo y la gente pasaba por mi lado en sus carros mirándome de lado... como si yo tuviera la culpa... y hasta vociferaban contra mi... los vidrios no me dejaban escucharles... me imagino que decían algo así como "tenía que ser un maldito arratrao, deberían prohibir que anden por aquí"... que humillación... me sentí el ser más minúsculo del planeta...

...y así, después de asegurar la soga de mi pantalón, para que no corriera con la misma suerte que Julia, aseguré la soga de la carreta y comencé a recoger los víveres...

... uno por uno, ya el tablazo contra el pavimento había sido demoledor para su frescura, no podía darme el lujo de que se maltrataran otra vez al subirlos en su carruaje. Después de todo, la venta del día me ayudaría a ser menos pobre... por unas horas, al menos.

El Sol parece que se entusiasmó a verme trabajando bajo su manto y decidió "animarme" aumentando su intensidad. Ya estaba sazonando mis pobres viandas.... y justo cuando la sed, el cansancio y la desesperación se estaban asomando, de la nada... así no más... llegó un Hombre a ayudarme.

Pero no era un Hombre cualquiera. Era uno de los Vecinos, que había pasado en su carro y al verme, entró el carro en su casa y sin mediar palabras, se puso en marcha hacia donde mi. No puedo negar mi sorpresa cuando se acercó, todo pepillo con su looking de Ejecutivo, camisa manga larga, corbata, pantalón fino y unos zapatos negros brillosos.

Recuerdo que al llegar, me miró, sonrió y sin mediar palabras... se agachó al suelo y comenzó a ayudarme...

No podía esconder mi asombro... en un momento como ese, lo último que podría suceder era eso y sin embargo, ahí estaba El... y ella. Apenas un minuto más tarde también salió Ella, una señora ejecutiva que se compadeció de mi situación y al ver a ese otro señor todo pepillo ayudándome, no tuvo moral para quedarse de brazos cruzados...

...y poco a poco la carga se iba haciendo menos pesada para mi, aunque más pesada para Julia... en menos tiempo del que pensé, ya habíamos terminado.

Mi rostro se iluminó al ver estas personas, todos sudados y sucios, con sus manos y uñas llenas de tierra, sonreirme y preguntarme si todo estaba bien.

Al final quería hacer algo por ellos y lo único que atiné fue coger una funda y darle una porción de mi preciada carga. De momento ya no era mía, pues ellos también la cargaron conmigo. Ellos no querían aceptarlo, pero entendieron que yo necesitaba agradecerles y me aceptaron el regalo.

Luego de desearme bien, dieron media vuelta y cada uno retornó a sus hogares.

Por mi parte, yo seguí mi trayecto con Julia, pero esta vez era diferente. Iba despacio. El sol no me molestaba...y una inexplicable brisa me acompañaba. A veces me daba la sensación de que solo era para mi, porque la sentía con toda seguridad, aunque las matas a mi alrededor ni se inmutaban.

Y como un golpe repentino, fui parándome donde quiera que veía una persona. Me bajaba de mi carreta, tomaba una funda y le regalaba una porción de la carga... poco a poco, muchas veces, hasta que ya Julia iba ligera solamente conmigo y mi carruaje. No quedó nada.

Recuerdo como la gente reaccionaba al verme entregarles de manera gratuita una funda llena de comida. Incluso gente que antes me habían pedido fiao y yo les había negado el crédito, por temor a que nunca me pagaran y así quedarme pobre y sin dinero. Era como si veían a otra persona que se bajaba de la carreta. Sus ojos se iluminaban y daban gracias.

Al caer la tarde, emprendí mi camino de regreso. La misma cama, en la misma casa, con la misma puerta, con el mismo olor, detrás de la misma cañada, rodeada de los mismos delincuentes, en el mismo callejón, en el mismo campo afueras de la ciudad.

Me senté en ella a descansar, aunque por alguna razón me sentía totalmente nuevo, como si recién llegare de unas vacaciones. Ya no tenía miedo a ser más pobre...

Ese día llegué con los bolsillos vacíos... pero con la vida llena de plenitud, al haberme encontrado por primera vez con un Dios que durante 30 años estuvo presentándose a mí de maneras tan misteriosas que finalmente hoy comienzo a entender... desde ese día, jamás volví a ser Pobre...

Al día siguiente, doné a Julia a la Parroquia de la comunidad, ya que la necesitaban mucho, porque no tenían vehículo... dejé de ser marchante y me dediqué a misionar, predicando a un Dios Vivo y Real, con la única esperanza de encontrarme a otro hermano marchante con su carreta volteada, para que pudiera acercarme, doblar mi rodilla y mostrarle a Jesús... el mismo que un día se inclinó hacia mi y levantó toda la carga, cuando yo ya había perdido las fuerzas...

viernes, octubre 22, 2010

Te veo, Te Escucho, Estas...

Hace ya unos meses estaba en casa con mi esposa y mi hija. Como de costumbre fuí al mediodía a almorzar juntos y en seguida comenzó la avalancha de chulerías padre-madre, padre-hija, madre-hija.

Luego de soltar todos los tereques con los que suelo andar encima (2 celulares, 2 pañuelos, 2 juegos de llaves, 2 anillos, cartera, chiclets, reloj, carnet y pin del trabajo), estaba listo para meter los pies debajo de la mesa.

Antes de salir del cuarto, me paré en la puerta y de manera insistente y amorosa invité a mi Hija a la mesa con nosotros. Ella no me hizo caso y pudo más mi hambre que mi insistencia. Cosa rara, la niña se quedó en nuestra habitación viendo TV sentada arriba de la cama mientras yo me fui a fungir como árbitro entre el pleito del cuchillo contra el tenedor.

No me preocupaba en lo absoluto ya que, a pesar de la cortita edad que tenía en ese entonces, ella sabía perfectamente cómo bajarse de la cama, abrir la puerta y desplazarse por toda casa, especialmente buscándonos a nosotros en los lugares donde tiene la certeza de que solemos pasar más tiempo.

Visto el caso y comprobado el hecho, comenzamos a disfrutar de la comida y mi esposa se extraña que la niña no viene. Pasan los minutos y nada.

Al poco rato se oye el grito desde la habitación "papitoooooo buaaajajajaiii papiiiitooooo buaaaajajajajiii" y yo no opto más que por reirme ante semejante ocurrencia.

Le digo a mi esposa "no te preocupes, ella va a venir", pues la puerta estaba abierta.

Los gritos continuaban. Al no escuchar sus distintivos pasitos, opto por vocear "pero mi Negrita, ven. Papi y mami están aquí, ven a comer con nosotros".... silencio sepulcrar.

Nuevamente al no escuchar sus distintivos pasitos esperados, sigilosamente me paro de la mesa y me asomo al cuarto para darme cuenta que estaba acomodada encima de la cama, muy quitada de bulla, viendo TV. Me reí nuevamente.

Lección #1: ella solo necesitaba escuchar mi voz decirle "Ven" para sentirse confortada.

Me devuelvo a la mesa. Pasan los minutos y se repite la acción. Llantos de Hija e invitación de Padre a caminar.

Lección #2: aunque ya sabía que yo estaba ahí, ella necesitaba escuchar mi voz constantemente para sentirse confortada, pero no era suficiente para hacerme caso.

Pasan los minutos ya terminando de comer y se repite la acción. Llantos de Hija e invitación de Padre a caminar, solo que en esta ocasión Padre no sólo habla sino que se muestra.

Me acerco al cuarto, abro la puerta y de inmediato ella exclamó "Papiiiiitooooo". Y con un ánimo de quién descubre algo nuevo, comenzó su travesía de bajarse de la cama... y al segundo, comenzó a caminar.

Lección #3: el saber que yo estaba ahí para ella no era suficiente... el escuchar mi voz repetidas veces no era suficiente para confortarse... ella necesitaba verme y encontrarse conmigo para tomar la decisión de bajarse de su comodidad (la cama), superar los obstáculos (bajarse) y comenzar a caminar...

No puedo explicar cuanto aprendí de esa experiencia. Muchas veces somos así.

Constantemente estamos en una situación cómoda, conocida y manejable, y sentimos una necesidad increíble de comprobar que Dios está con nosotros y de escuchar su voz para decidir cuál sería nuestro próximo paso. Eso está muy bien, el asunto es que no somos conformes con escuchar la voz de Dios y a veces esperamos que se aparezca el mismo Jesús como a los Discípulos en Jerusalén (Lc 24, 36-40) a decirnos cuál es el camino.

Debemos tener la capacidad de que nuestra vida de Fe sea contraria a la experiencia con mi Hija... lo 1ero y más importante es Encontrarse con el Señor, Jesús, en toda su Gloria y Majestad.... lo 2do es escuchar su voz y dejar que la misma penetre por cada molécula de nuestro Ser, llenándonos de Paz y Plenitud... y por último, iniciar el Camino con la certeza absoluta de que, habiéndonos encontrado con El y habiendo escuchado su voz...

...Dios está con nosotros!...

viernes, octubre 15, 2010

Ralentización Literaria

Desde hace ya algunos años tengo en proyecto el escribir varios libros. Cuatro (4) para ser exactos. Libros de temática definida, claramente establecida y delimitada, complementarios entre sí, que ciertamente llenarían un vacio en el mercado editorial Cristiano... pero por alguna razón no había encontrado el camino para iniciarlos de manera sostenida y darles continuidad, la disciplina de hacer de ello un oficio diario...

Con el tiempo, poco a poco he ido instruyéndome más en la Fe... varios cursos de la escuela, libros, ensayos, artículos, Código de Derecho Canónico, Catecismo, Biblia, en fin... hace algo más de 2 años me formé como Ministro Extraordinario de la Comunión y recientemente me formé como Acólito...

Y entendí que mientras más aprendo, más me falta por aprender... un planteamiento nada nuevo en el mundo de Sofía...

Y entendí que antes de escribir, tengo una gran responsabilidad... siempre me he caracterizado por ser una persona de conceptos claros, coherentes y fundamentados en aspectos objetivos... cualidades que han servido de mucho al servicio de mis hermosos ministerios, especialmente la Música y la Predicación, ministerios que (por cierto) amo cada día más y pido a Dios me regale la oportunidad y el privilegio de seguir ejerciendo por siempre...

Y entendí que a pesar de todo, la palabra dicha se la puede llevar el viento... cuantas prédicas, charlas, consejos, experiencias y testimonios hemos escuchado que se nos olvidan al segundo... así mismo como suceden con los míos... Sencillamente son palabras dichas por un diminuto ser humano que podrán no tener la mas mínima trascendencia y perderse en el olvido...

Mas entendí que la palabra escrita, aunque sea letra muerta... aunque su publicación no tenga absoluta trascendencia... sin lugar a dudas, tiene potencial de permanecer por generaciones en el mundo...

Y entendí que llevo sobre mis dedos una gran responsabilidad que no puedo asumir con ligereza...

Hay tantos otros, mucho menos preparados que yo (que por sí no sé nada), que se han lanzado a editar una pieza literaria y han tenido éxito...

Pero después de todo, en la Cristiandad, ¿qué es el Exito?

¿Exito es un libro con altas ventas, que recibe publicidad y que es conocido por muchas personas? O Exito es un libro que tiene la capacidad de motivar a las personas a transformar sus vidas, de impulsar cambios que lleven a las personas a un encuentro de ojos abiertos y corazón palpitante con Jesús... un encuentro que se convierta en un relación... una relación que impulse el anhelo insaciable de santidad...

Ante esta realidad, he decidido esperar, para continuar con mi preparacion -nosedequeniparaquenihastacuandoespecificamente- hasta tanto el Señor me muestre el momento oportuno en el que nuestra relación esté a nivel de dictado y copiado...

Y me siento en total paz conmigo mismo...

Mientras tanto, sumergido en los silentes ruídos de nuestro día a día y arropado por los ensordecedores silencios de la reflexión... habla Señor... que haré lo imposible con tal de escucharte.